Hoy a tenido lugar uno de los momentos más ilusionantes del año, la apertura de un nuevo curso académico de nuestra Universidad. Os comparto en este espacio personal y también profesional, el discurso de bienvenida a todos aquellos que forman parte de esta comunidad para comenzar un nuevo curso lleno de propósitos.
- Rector Carrillo
- Equipo Rectoral
- Decanas y Decanos
- Defensor del Universitario
- Secretario General de Universidades
- Viceconsejero de Universidades, Ciencia e Innovación
- Director General de Universidades y Enseñanzas Artísticas Superiores
- Alcaldesa de San Lorenzo de El Escorial
- Autoridades académicas
- Autoridades civiles
- Profesoras y profesores
- Personal de administración y servicios
- Estudiantes
- Señoras y señores
Un año más, acudimos con ilusión renovada a este solemne acto de una gran simbología: la apertura del nuevo curso universitario 2022/2023.
Celebramos de manera oficial el comienzo de un nuevo año escolar, donde nos animamos a potenciar los valores necesarios para alcanzar el éxito de nuestra institución y cumplir con nuestras misiones: construir el mejor espacio para el aprendizaje, la docencia, la investigación, la transferencia, la extensión universitaria, la formación de profesionales y personal investigador, el desarrollo tecnológico, la innovación, la promoción de la cultura y, entre otras muchas cosas más, la formación de ciudadanas y ciudadanos comprometidos y responsables.
Permítanme saludar y dar la bienvenida a todas y cada una de las personas que se han incorporado este año a nuestra comunidad, profesorado, estudiantes y personal de administración y servicios, tanto a los presentes como a los que, por una causa o por otra, no han podido acompañarnos hoy. En especial, a los todos los universitarios noveles que este año emprenden una nueva experiencia vital en nuestra Universidad, que ya es la suya, y que, sin duda, imprimirá una profunda huella en sus vidas.
Voy a tratar de ser breve en mi intervención. Hoy mi deseo es lanzar un mensaje de estímulo a nuestra comunidad, alentaros y apoyaros, y esbozar los retos y esfuerzos que tendremos que afrontar durante este curso.
Animo al nuevo estudiantado, y al ya veterano, a trabajar con perseverancia y constancia, a construir un espíritu crítico, buscar la verdad a través de la curiosidad, el esfuerzo y la diversión. Y es que hay tiempo para todo. Os invito a desaprender, a alejaros de vuestra zona de confort, a pensar intensa y críticamente, y crecer alejándonos de la seguridad y la comodidad en la que nos solemos enraizar. Para el nuevo estudiantado, la Universidad debe conllevar un apasionante cambio de paradigma. Como dijo Alfred North Whitehead, matemático y filósofo británico, “durante el período escolar, el estudiante ha estado mentalmente inclinado sobre su escritorio; en la Universidad debe ponerse de pie y mirar a su alrededor”.
Saludo y doy también el recibimiento solemne a los nuevos Catedráticos y Catedráticas, y Profesores y Profesoras Titulares de nuestra Universidad, incluyendo a los que, dada nuestra actual coyuntura, no han podido estar presentes hoy aquí; aunque sí hemos podido contar con una representación importante de los mismos. Por otro lado, invito al profesorado en general, pilar fundamental en esta apasionante aventura, a profundizar en la pasión de descubrir y enseñar, a motivar, a inculcar la crítica, la curiosidad y el espíritu investigador, a imbuir el esfuerzo como base del progreso, a buscar la calidad y la mejora en nuestros discípulos y nuestras discípulas que en este curso se ponen en nuestras manos. Nuestro fin último debe ser instruirlos, convirtiéndolos en profesionales, o investigadoras e investigadores competentes, que puedan devolver a la sociedad el esfuerzo invertido por ella. En otras palabras, debemos realizar una gestión óptima del capital intelectual y humano que se nos confía. Se trata, como todos ustedes conocen, de un reto gigantesco al que ya estamos habituados, pero nunca acomodados.
Para que ello ocurra, es necesario que todo funcione correctamente, que cada pequeño detalle apoye, sigilosa y eficazmente, la labor de estudiantes y educadores. La Universidad Complutense, la universidad presencial más grande de España, cuenta con una legión de excelentes trabajadores en el diverso y rico grupo del Personal de Administración y Servicios, personas que hacen posible el funcionamiento de nuestra institución. Sin ellas y ellos, la gestión administrativa, la prestación de servicios a toda la comunidad, o el soporte a la docencia y a la investigación, sencillamente, sería imposible.
La Universidad es la institución en la que la sociedad ha depositado el mandato de instruir y formar intelectualmente en el pensamiento científico y en la verdad. Es la responsable de velar por el patrimonio intelectual, de conservar los conocimientos y ampliarlos a través de la investigación y de su difusión y aplicación, para que, de este modo, puedan revertir en beneficio y avance de la sociedad madrileña en particular y de todas las sociedades en general.
Se trata de una ardua e ilusionante labor que, por un lado, exige la contribución de todos y cada uno de nosotros y nosotras, y, por otro, no está exenta de problemas intrínsecos y exógenos, especialmente en esta época tan compleja que estamos viviendo.
En los últimos dos años, un acontecimiento inesperado, el estallido de la pandemia de COVID-19, puso de manifiesto la importancia de la ciencia y de la investigación como la única salida posible a este problema global y de múltiples vértices, que puso en jaque a nuestra civilización. La ciencia actuó y aportó un principio de solución en un tiempo récord, evitando el colapso global al que, sin ella, habríamos estado abocados.
La lección fue magistral. Los componentes que lo hicieron posible fueron la apuesta político-financiera y la innovación científica, mucha de esta última hecha en universidades.
Afortunadamente, hoy podemos mirar hacia atrás con un cierto alivio, tras haber, prácticamente, superado, no sin obstáculos, mucho dolor y pérdidas vitales, ese oscuro periodo. Una vez más, y jamás me cansaré de hacerlo, quiero agradecer a toda la comunidad complutense el esfuerzo realizado para salir victoriosos de tan colosal reto. No obstante, no debemos bajar la guardia, ni olvidar las lecciones aprendidas. El SARS-CoV-2 sigue con nosotros y tenemos que permanecer vigilantes.
Por otro lado, una de las contrapartidas obtenidas de la COVID-19, ha sido la aceleración en la transformación digital de nuestra Universidad. El desarrollo, todavía inacabado, de este proceso ha permitido la evolución de nuestra institución, desde lo más básico, como permitir la docencia cuando la presencialidad no es posible, gracias a las aulas virtuales, que abren una vía para reducir los límites físicos y el acceso a la formación universitaria, pasando por otros más ambiciosos como la disposición de nuevos medios y recursos tecnológicos que permitan dar un salto cualitativo y cuantitativo hacia una docencia e investigación más eficaces. Ese es nuestro desafío. Cómo conseguirlo es nuestra tarea.
Pero aquí no acaban los retos. El crecimiento económico desbocado, está destapando, ya de forma dramática, las secuelas de un cambio climático que nos afecta a todas y todos. Eventos climáticos extremos, de los que la ciencia ha ido advirtiendo, y a los que sólo la ciencia y la investigación pueden dar respuesta, pero en lo que son imprescindibles también los pequeños gestos y acciones que cada una de las personas que componen la comunidad complutense deben (debemos) aplicar.
Es por ello necesario que, de una vez por todas, los políticos y la sociedad apuesten por la universidad en general, y por la Universidad Complutense en particular, y por la ciencia que de ella emana, como la única solución a los críticos problemas de la sociedad actual. Ello sólo es posible con una firme e inteligente apuesta por parte de las instituciones, acompañada de una financiación adecuada a los retos a los que, como institución, la Universidad Complutense se enfrenta.
Nuestra sociedad, nuestro país, nuestra región y, particularmente, nuestra universidad, se enfrentan, además, este año 2022 a un entorno político-estratégico de máxima fragilidad. El estallido de la Guerra en Ucrania (mejor dicho, de la cruel e injustificada agresión a Ucrania), y, como resultado de ésta, el fantasma de la escasez de recursos energéticos ha devenido en una peligrosa crisis energética y en un aumento desorbitado de los precios, especialmente en Europa, cuya dependencia energética de terceros ha descubierto uno de sus puntos débiles.
Esto nos llevará a una más que posible recesión a partir de este otoño. Tenemos ya unos niveles de inflación no vistos desde hace 40 años. Durante este invierno serán obvias y palpables las medidas de ahorro y recorte energético que estaremos obligados a aplicar para paliar los efectos de los precios de los combustibles, que han obligado a medidas de ahorro en su consumo con el fin de garantizar el abastecimiento a medio plazo impuestos por la Unión Europea. Las facturas serán elevadas, por lo que pido encarecidamente el compromiso de la comunidad complutense para cumplirlo y poder limitar, en la medida de lo posible, gastos imprevistos y de notable impacto en nuestras cuentas, dada nuestra ya insuficiente financiación.
Por otra parte, y de manera sigilosa, la sociedad se enfrente a una crisis de valores sin precedentes. La sociedad digital, la globalización, la velocidad de los avances tecnológicos, ha sorprendido a la humanidad sin un parapeto ideológico que lo proteja. La información sin control, la desinformación, las granjas de contenidos, etc., provocan cada vez discursos más polarizados, que enfrentan, movidos por pocos, a una sociedad cada vez más fracturada ideológicamente. Ahora, más que nunca, el pensamiento crítico y las humanidades deben aportar un camino, un entorno de reflexión ante esta descarada manipulación de la verdad. Empresas, políticos, instituciones, ciudadanos, navegan sin rumbo ante un aluvión de discursos malintencionados que manipulan valores y la verdad. Sólo un pensamiento basado en la crítica y el conocimiento puede aportar luz a nuestra sociedad. La universidad no puede mirar hacia otro lado.
Este año, parece que veremos la aprobación de un nuevo marco jurídico para el ámbito universitario. El gobierno aprobó en julio el anteproyecto de Ley Orgánica del Sistema Universitario (la conocida LOSU). Entre otros, tiene como compromisos prioritarios asignar una inversión del 1% del PIB en universidad y reducir la precariedad laboral, un mal endémico en nuestras instituciones que se viene arrastrando desde hace años. Por lo tanto, prevé solucionar la falta de financiación pública adecuada y la reposición y estabilización del profesorado. Otro aspecto significativo es el avance en derechos de los estudiantes, algo de lo que la comunidad universitaria se felicita.
A parte de todos los factores exógenos, ya expuestos en estas palabras, considero importante mencionar y reflexionar sobre los retos futuros que impactarán en la Universidad. No los mencionaré, puesto que son bien conocidos, pero marcarán el trabajo a medio plazo para asegurar que la Universidad Complutense sobresalga y esté en la primera línea de las instituciones de educación superior del mundo.
Los dos pilares básicos para el progreso de la Universidad, por lo tanto, podríamos resumirlos en una financiación adecuada para desarrollar nuestra función, y en el fomento de la innovación destinada a la investigación, fruto del capital humano, aportando soluciones innovadoras y resolutivas para el avance de la sociedad
La universidad ha de jugar un papel más relevante en la sociedad, como motor de innovación y creadora de conocimiento. O, mejor dicho, la sociedad debe reconocer ese papel relevante que ha jugado, juega y jugará la universidad. Pero para ello es imprescindible alinear los intereses de la investigación y la Universidad con las del tejido productivo, en definitiva, con las de la sociedad. Hablamos de transferencia, de agilidad, de creatividad en un camino bidireccional de entendiendo y fluir de ideas, siempre con el imprescindible apoyo de las instituciones. La Universidad Complutense lleva ya mucho tiempo en esa tarea.
Nuestra misión ha de ser formar a profesionales para dar respuestas en un mundo de rápidos cambios sociales, tecnológicos, culturales y económicos. Esto requiere, en nuestro ámbito, la implicación de todos los actores principales, es decir, la participación de toda la comunidad universitaria complutense.
Todo ello implica innovación ante la aceleración del cambio; el uso de tecnologías emergentes y disruptivas, combinando los entornos digitales con los físicos, para que, en su conjunto, y potenciando las sinergias, crear una experiencia integral para el universitario, donde pueda aprender y experimentar, trabajando en entornos colaborativos que den solución a los problemas de las sociedades.
Como todos ustedes saben, el año próximo será año de elecciones al puesto de rector. Es mi firme propósito, en este frágil entorno que nos rodea, desarrollar al máximo la ejecución de mi programa a pesar de las dificultades, junto a este equipo de magníficos profesionales que me rodean, para hacer de esta institución, la Universidad Complutense, el lugar que se merece nuestra comunidad y que prometí. Como ya anuncié hace tiempo, intentaré renovar la confianza de las y los complutenses para un próximo mandato, aunque, como he repetido muchas veces, solo puedo mostrar agradecimiento por el honor que se me proporcionó, en el año 2019, de ser el rector de esta maravillosa institución por un periodo de cuatro años. A la Universidad Complutense le debo todo en lo profesional y muchísimas cosas en lo personal.
Con la apertura de este curso académico 2022/2023 ponemos en marcha, de nuevo, un proyecto común donde la inteligencia y el esfuerzo colectivo nos hará avanzar hacia un futuro mejor. Estoy seguro de que alcanzaremos los retos que nos hemos fijado, salvaremos obstáculos y dificultades, y lo haremos como un gran equipo, con trabajo, esperanza y tesón. Yo, como Rector, y en nombre de mi equipo de gobierno, les aseguro que estaremos al frente de esta tarea, en primera línea y con más ganas que nunca.
Permítanme que termine estas palabras haciendo una breve mención a las personas que me han precedido en el uso de la palabra: a nuestra Secretaria General, la profesora Araceli Manjón que, con toda precisión, ha realizado un minucioso Avance de la Memoria del Curso Académico 2021/2022. A la profesora Estrella de Diego, quien, en nombre del claustro de profesores, ha tomado hoy la palabra para inaugurar de forma protocolaria este nuevo curso complutense. Gracias Estrella. Estuviste brillante en la clausura de la pasada edición de los Cursos de Verano en San Lorenzo de El Escorial, y hoy has vuelto a fascinar a la audiencia. Y mi agradecimiento también a don Alejandro del Saz Martinez, presidente de la Delegación Central de Estudiantes, quien nos ha trasladado las inquietudes del estudiantado de nuestra Universidad, de las que tomamos pertinente nota.
Antes de terminar, quiero agradecer al Servicio de Coordinación y Protocolo la organización de esta apertura de curso. A la Unidad de Prevención de Riesgos Laborales por su apoyo en este acto y durante todos estos críticos meses. A todo el Personal de Administración y Servicios que han hecho posible esta ceremonia, a la Orquesta Sinfónica y al Coro de la UCM por acompañarnos siempre y a todos ustedes por su presencia.
Muchas gracias.